La Vía de conducción olfativa comienza con los receptores olfativos: células nerviosas Pequeñas y delgadas incrustadas en grandes cantidades (aproximadamente 100 millones en el conejo) en el epitelio de la membrana mucosa que recubre la parte superior de la cavidad nasal. Cada célula receptora olfativa emite dos procesos (proyecciones). Uno de ellos es una dendrita periférica corta, que llega a la superficie del epitelio, donde termina en una perilla que lleva una serie de filamentos finos colocados radialmente, los pelos olfativos., El otro proceso es un axón largo y extremadamente delgado, la fibra nerviosa olfativa, que llega a la cavidad craneal pasando por una de las aberturas en el techo óseo de la cavidad nasal y entra en el bulbo olfativo del cerebro anterior. Las sensaciones olfativas se experimentan cuando ciertas sustancias químicas se disuelven en la fina capa de líquido que cubre la superficie de la membrana mucosa y, por lo tanto, entran en contacto con los pelos olfativos. Con toda probabilidad se encontrará que las células receptoras difieren entre sí en su sensibilidad a diversas sustancias olorosas.,
en el bulbo olfativo, las fibras nerviosas olfativas terminan en contacto con las dendritas en forma de antena de las grandes células mitrales, que representan el segundo eslabón principal en la cadena de conducción olfativa. Cada célula mitral emite un axón largo, Muchos de los cuales entran en la formación del tracto olfatorio, una banda de fibra blanca que se extiende desde el bulbo sobre la superficie basal del cerebro anterior., El tracto olfativo distribuye sus fibras principalmente a la corteza del lóbulo piriforme, que constituye el área receptora cortical final de la vía olfativa. En los humanos esta región corresponde al uncus de la circunvolución del hipocampo. Un número menor de fibras del tracto olfativo terminan en dos estructuras olfativas adicionales; el tubérculo olfativo y la parte medial del complejo amigdaloide (este último se encuentra en lo profundo de la corteza olfativa).,
en mamíferos con un sentido del olfato altamente desarrollado (mamíferos macrosmáticos), como los roedores, las estructuras olfativas del cerebro son relativamente grandes y ocupan toda o gran parte de la superficie basal del cerebro anterior. Una marcada reducción de todas las estructuras olfativas es evidente en los primates microsmáticos (monos, simios y humanos), que para su orientación dependen más fuertemente de los sentidos de la visión y el tacto.
Los editores de Encyclopaedia Britannica