nuestros escribas de la secesión tratan con cautela la proclamación del Presidente. Dicen cosas mucho menos terribles de lo que amenazaron de antemano. No se debe suponer que hayan experimentado ningún cambio de corazón con respecto a la esclavitud; pero evidentemente consideran que es algo más peligroso de lo que solía ser alabar y glorificar la peculiar institución. Se quejan un poco, es cierto, de hacer de esta una guerra por la abolición, pero lo hacen débilmente y con evidentes recelos. Como el amén de Macbeth, se les pega en la garganta.,»
El anuncio es simplemente un arma de guerra, … perfectamente legítima y perfectamente adecuado. Desde el mismo momento en que la aristocracia esclavista levantó la bandera de la rebelión contra el Gobierno, ha sido perfectamente competente para el Gobierno recurrir a la emancipación como medio para aplastar su hostilidad. Teníamos tanto derecho a liberar a sus esclavos, como teníamos que tomar sus caballos, apoderarnos de sus barcos o destruir sus vidas., Era ridículo y absurdo decir que podríamos hacer la guerra contra ellos, que podríamos bombardear sus ciudades, matar a sus tropas, confiscar sus bienes, ocupar sus tierras, confiscar su ganado, sus cosechas y todo lo demás que poseían, pero que no podíamos despojarlos de sus esclavos. ¿Qué dio tal santidad suprema a esta forma específica de propiedad o de trabajo? No la Constitución for porque ni siquiera, en términos explícitos, menciona su existencia. ¿Qué fue lo que consagró, más allá de todo alcance de castigo, la raíz y causa misma de este gigantesco crimen?,
toda la cuestión de lidiar con la esclavitud ha sido, desde el principio, una cuestión de conveniencia. Teníamos perfecto derecho a decretar su abolición blow a asestar un golpe fatal a su existencia, whenever siempre que pudiera hacerse con ventaja para la causa sindical. Debía decidirse, como cualquier otro movimiento de la guerra, como la planificación de una campaña o la dirección de un ejército, puramente por consideraciones de conveniencia pública. Siempre que produjera más bien que daño, debía hacerse. Hasta entonces, habría sido descortés y por lo tanto imprudente.,
la proclamación ya ha hecho un gran bien. Ha tenido un buen efecto en la mente pública en los Estados del Norte. Ha llevado a todas partes la convicción de que el Gobierno está en serio en su lucha contra la rebelión, and y que por fin tiene una política, un sistema de conducta claro y distinto, por el que busca aplastarlo. Ha encontrado una aspiración fuerte y ferviente del corazón del Norte, y ha dado nueva vida y vigor al propósito determinado de la mente del Norte. Aumenta los motivos para la perseverancia en este gigantesco concurso., Abriga la esperanza de que, además de restaurar la Unión, extinguiremos para siempre esa terrible maldición que envenenó la fuente misma de la libertad y minó infinitamente el valor de la Unión misma. Ofrece la promesa de restablecer la Constitución en toda su antigua supremacía y, al mismo tiempo, eliminar ese terrible mal que ha debilitado su autoridad y le ha impedido obtener las bendiciones que pretendía conferirnos a nosotros y a nuestra posteridad.